La sexualidad en España en el siglo XVII

La sexualidad en España en el siglo XVII

La sexualidad en España en el siglo XVII según Juan Sorapán de Rieros del refrán “Dieta, mangueta y siete ñudos a la bragueta” que comenta en su obra “Medicina Española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua” publicada en 1616.

Este refrán es el número 40 de la obra de Juan Sorapán de Rieros que se refiere a la salud, consta de tres partes: “Dieta”. “Mangueta” (una bolsa hecha de vejiga de animal o bolsa de cuero que servía para practicar enemas y administrar medicamentos por vía rectal) y “siete ñudos a la bragueta” (nudos). referentes a  normas de conductas de la sexualidad como método de obtener buena salud

El comentario es largo y lo publico en tres partes:

La dieta y la salud en España en el siglo XVII (Dieta)

El enema y la salud en el siglo XVII (Mangueta)

La sexualidad y la salud en España en el siglo XVII. (Siete nudos a la bragueta).

Realizo una transcripción al idioma español actual, si alguien desea conocer el refrán en el texto original puede consultarlo en el libro “Medicina Española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua” publicada en 1616 de Juan Sorapán de Rieros. Se coloca entre paréntesis el significado actual de la palabra para ser más fácil la comprensión del texto.

Transcripción de la tercera parte del refrán “Dieta, mangueta y siete ñudos a la bragueta”

 

“Siete ñudos a la bragueta”.  Esta tercera parte es la que título: “La sexualidad y la salud en España en el siglo XVII”

En cuanto a la última parte del refrán (siete nudos a la bragueta) se advierta bien el término que nos enseña una de las cosas más necesarias para la salud de cuantas los humanos pueden abrazar que es la castidad y templanza acerca de cuantos humanos no pueden abrazar que es la castidad y templanza acerca del acto venéreo diciendo: siete ñudos a la bragueta.

De adonde entenderemos cuan necesario sea huir el detestable vicio de la carnalidad, el cual abrevia la vida, corrompe las virtudes para los términos y ley de la razón destruye los cuerpos y finalmente hace los ánimos y fuerzas de los hombres afeminadas.

Y porque no parezca que esta sentencia dice sin gran consideración, que anudemos con siete lazadas el deseo libidinoso, sin dejarnos vencer de él.

Advierta el prudente las palabras que a este propósito dice el filósofo escribiendo al Magno Alejandro en el libro de “secretis”.  Y por tanto dice: te ruego Príncipe y Emperador clementisimo que te inclines a la bajeza porque del coito, ni al apetito de las mujeres; porque el coito es propiedad de los puercos y la gloria y honra que a ellos les dan, esta te podrá dar a ti.

El inventor de la racional Medicina, Hipócrates, de quien dice Macrobio en el libro “Somno Scipionis” que no supo engañar ni ser engañado, afirma que el coito es especie de aquella gran enfermedad que los médicos llaman epilepsia y los castellanos “gota coral” (nombre antiguo de la epilepsia) dando a entender que, con la venus (sexo), ni más ni menos que con esta enfermedad se daña y ofende mucho el entendimiento como lo noto Apuleyo en la “Apología primera”

De este parecer es Galeno en el libro catorce “de la utilidad de las partes” donde enseña que el acto venero es un pasmo y gota coral que asalta los animales privándoles los sentidos.

Celio Aureliano tiene la propia sentencia en su libro primero

Y el filósofo (Aristóteles) parece que conviene con estos grandes autores en el libro tercero de los problemas en la sentencia nona por estas palabras: Los más de los hombres en el coito desfallecen y tiene falta de ánimo. Y en otra parte dice que los deleites son gran impedimento para la prudencia y que mientras uno más parte de ellos tomares, tanto más atrás se quedará en el juicio y pone ejemplo en el deleite de la carne.

Concuerda con esto el santo profeta Oseas en el capítulo 4 diciendo: La fornicación, el vino y la embriaguez arrebatan y quitan el corazón.

El buenaventura San Jerónimo explicando este lugar dice: que como el vino y la embriaguez hacen impotente el entendimiento, así el deleite carnal pervierte el sentido y debilita el ánimo y finalmente de hombre le convierte en animal. Y el mismo Jerónimo en otro lugar a este mismo propósito dice: que las mujeres debilitan y quebrantan el cuerpo juntamente con el ánimo.

Y el poeta elegantísimo (Virgilio) hizo iguales las fuerzas del vino de la Venus diciendo: que cualquiera de estas dos cosas basta para privar al hombre de su entendimiento.

A la cual sentencia le acerca mucho el divino Gregorio (San Gregorio Magno) en sus morales (Moralidades de Job), cuando dice: que de la demasiada venus (sexo) nace la ceguedad del entendimiento.

San Agustín con sutil espíritu en el libro primero de los “Soliloquios” dice: ninguna cosa entiendo que hay de punta en blanco derribe más de su alteza y trono el ánimo del hombre que las blanduras y contactos femeninos

Y los mismo repite con más largas palabras Santo Tomás diciendo_ que el ánimo del hombre por las cosas veneras se aplica a los corporal y que de esta suerte las operaciones del entendimiento se debilitan.

Puedese también traer a este propósito aquello de Seneca en el prefacio del libro séptimo “De las declaraciones” que no hay cosa tan mortal para los ingenios como la lujuria.

El homero de los filósofos Platón, en el libro nono “De la república” dice: que los deleites de la gula y de las cosas venéreas son bestias heras, malvadas y crueles y a los que en ellas se envuelven llaman brutos.

De dos cosas decía el Magno Alejandro que conocía y sacaba en limpio que no eran dioses como algunos pensaban: la una el sueño y la otra el coito

Marcilio Fiscino, docto médico, afirma en el libro primero de visa sana que los hombres de leyes tienen cinco enemigos, pero el mayor de todos dice, es el coito porque les ofende el entendimiento.

Y porque sería proceder muy largo traer aquí las autoridades y razones de insignes médicos, filósofos y santos que con evidencia muestran el notable daño que el acto venéreo hace en las fuerzas del anima y entendimiento; me contento con lo hasta aquí probado.

Quien quisiere ver más acerca de esta verdad lea a Plinio, a Aecio, a Valerio Máximo, a Simplicio, a Platón en muchos lugares, a Luciano, a Apuleyo, a Celio Aureliano, a Hipócrates, a Galeno, a Avicena y a Santo Tomas que estos notables hombres satisfarán su gusto en los lugares escrito en el margen

No solo las fuerzas del ánimo como queda probado desfallecen y sen consumen con el acto venéreos, más las del cuerpo se desvanecen y deshacen por la cantidad grande de sangre fina que se evacua. Esta verdad enseña el filósofo (Aristóteles) en muchos lugares particularmente en el cuarto libro de sus problemas adonde afirma que todos los animales, ningún hay que se resuelva tanto en aquel acto, ni que, respecto de su cuerpo, haga tanta evacuación como el hombre. Y así, dice, andan los que lo usan flacos y macilentos porque se hace evacuación de todo el cuerpo.

Causa pues en el cuerpo humano tanta flaqueza la evacuación que se hace en el acto porque es de sangre muy cocida, fina y pura.

Y así Galeno en el libro “De semine” afirma que el semen no es otra cosa que la sangre exquisita. De este mismo parecer fueron Herasistrato y Herofilo, como lo refiere Octavio Oraciano en el libro cuarto de su medicina. Enseña también esta verdad el Príncipe Avicena en la vigésima del tercero. Pitágoras según refiere Plutarco en el libro quinta de los placitos tiene la propia senescencia. Alude a este mismo significado aquel lugar del santo Profeta Oseas adonde dice: creció el adulterio y la sangre tocó a la sangre. Y el vulgo comúnmente por esta propia razón llama a los que son parientes consanguíneos que son una propia sangre. De adonde vinieron los poetas a usar del propio lenguaje como se ve en el libro sexto de la Eneida y en Juvenal, sátira primera y en el arte poético de Oracio.

Es necesario aquí advertir que en la sangre pura de que se hace el semen, esta gran parte de la vida, que derramada lleva consigo muchos espíritus vivientes.

Esto se deduce de lo que Galeno testifica en el libro de las sanguijuelas, adonde nos dice: no ser bueno el mucho uso de las sangrías, porque con la sangre sale juntamente el vital espíritu.

Plinio es de este parecer en el libro undécimo.

 Virgilio entendiendo esta verdad en el libro primero de la Eneida, tomó el alma por la misma sangre y en el libro segundo de esta obra hablando de Polites dice: cayó y derramó su vida con mucha sangre, por esta propia razón usa este excelente poeta en llamar los cuerpos muertos exangües, sin sangre, como si dijera sin vida. Así se ve en el según de la Eneida cuando dice: que fue puesto el cuerpo de Héctor sin sangre en el sepulcro. Y en el libro nono de la Eneida dice: que hubo gran llanto en los reales cuando fue hallado el cuerpo de Ramnete sin sangre.

San Agustín en libro de las cuestiones del nuevo y viejo testamento dice: que el alma había en la sangre.

Y muchas veces en las divinas letras (Deuteronomio), la sangre se pone por el alma, aunque no es el alma.

Diógenes y Cricias como dice Gregorio Niceno dijeron que la sangre es el alma.

Galeno en el libro segundo de los decretos de Hipócrates y Platón dice que Cleantes, Crisipo y Zenón, insignes filósofos, fueron de la opinión que el alma era de sangre y su sustancia era el espíritu.

Pero lo que es verdad, como ya esta dicho, es que en la sangre está parte de la vida y que siendo derramada lleva consigo muchos espíritus vitales.

Viniendo pues a nuestro propósito y particular intento que es manifestar la verdad de la última parte de este refrán. Digo, que mientras más evacuación se hiciere del semen pues este se hace finísima sangre en la que está gran parte de la vida, que mas se abreviarán los días de los mortales y se consumirán las fuerzas y en mas poco tiempo se envejecerán los que lo usaren y tanto mas presto llamarán a las puertas de la muerte. Esta conclusión es de Aristóteles en el libro séptimo de “La historia de los animales” y el libro “Longitudine y brevitate vita”.

Hesíodo dice: que en ninguna manera debe llegar a mujer el que desea venir a la vejez.

Menandro, Averroes, Alberto Magno, Arnaldo de Vilanova y Cicerón afirman lo mismo.

Hipócrates, siendo preguntado a que edad era bueno el coito. Respondió que, en ninguna, sino es que el que lo usa quisiese hacerse enfermo o mas flaco que antes era.

Clinia, de la secta pitagórica, decía: que entonces se había de juntar el hombre con la mujer cuando quisiese ofenderse a sí mismo.

Epicuro, fue defensor del deleite, pero con toto eso condenó por malo el uso de la venus (sexo).

Demócrito Abderites fue de esta opinión, viviendo castamente. Decía este filosofo que en tal acto se pierde el ser, porque sale un hombre de otro hombre.

Teócrito griego afirmaba: que los que son muy dados a la venus, en su día se envejecen.

San Crisóstomo a este propósito dijo: que los que se pasan su vida en actos de lujuria andan siempre cercados de un escuadrón de enfermedades, les viene la vejez muy temprana y su vida pasa siempre revuelta con médicos y medicina. Este gloriosos santo se comprueba y verifica más en estos calamitosos tiempos que en otros algunos por la fea y torpe enfermedad gálica (sífilis) la cual está y apoderada del linaje humano en todo el mundo, de tal suerte que apenas se haya hombre ni mujer que no consulte al médico y gaste sus dineros en zarzaparrilla y en palo (esto eran en aquella época uno de los tratamientos para la sífilis: zarza parrilla, hierba de América y el palo del árbol de guayaco) para defenderse de tan perniciosa enfermedad que por su contagio se extiende tanto que se hereda de padres a hijos y de hijos nietos. De adonde entenderemos que este maldito mal y vicio, de que tratamos, no solo abrevia la vida y quita la salud del que a él es dado más también a la de todos sus descendientes y venideros, cosa lastimosa.

Pero para no cansarnos probando con autoridades de filósofos, santos, verdad manifiesta que la experiencia propia nos la muestra cada día el ojo. Y esto no solo en los hombres más también en los animales brutos. El cabrón (macho cabrío o chivo) lascivo, dice Columela, que cuando llega a los siete meses estando con la leche en los labios puede engendrar y así consumido con la demasiada lujuria es viejo de seis años. Los pajarillos machos, nos dice Aristóteles, y nosotros lo vemos que son de más breve vida por su salacidad (inclinación vehemente a la lascivia) que las hembras, El mulo comúnmente vive más larga vida que el asno y el caballo por no desustancia en el acto venéreo como sus padres.

Siendo pues así que las virtudes del ánimo y cuerpo se consumen, aniquilan y totalmente se desvanecen en el inmoderado uso de la venus (sexo) y que las fuerzas se destruyen marchitándose, enflaqueciéndose y afeminándose las carnes llamado a las puertas de la muerte antes de tiempo por la multitud de enfermedades y temprana vejez que se siguen a este vicio.

¿Quién habrá que no tema que debajo de la dulzura no dan el mortífero veneno? ¿Y quién habrá también tan pertinaz y de obstinado entendimiento que no conozca ser el verdadero antídoto de tan detestable mal, el precioso remedio de la castidad, que este refrán nos propone en su última parte?

Es tan abundante la copia que se ofrece al entendimiento para tratar el acto venero capital y sangriento enemigo de la naturaleza que antes faltará el tiempo, las fuerzas, el estilo y modo con que fabricar la oración que la materia falte.

Pues está claro que universalmente corrompe y deshace todos los miembros y como dice el elegante Cornelio Celso en tal acto toda la máquina del cuerpo humano se bambanea, de desmorona y tiembla.

Levinio Lemnio, afirma que los actos veneros destruyen, marchitan, desfloran y afean toda la hermosura, gentileza y brío del hombre porque se seca y enjuga, todo el cuerpo queda áspero y yerto y más intratable que risco o monte.

Y no solo la superflua venus ofende todos los miembros del cuerpo humano, más particularmente a cada uno de ellos, como se verá en lo que sigue.

Comenzando pues desde un tan alto y principal miembro y parte del cuerpo humano como es la cabeza y sesos. Dice nuestro Galeno que la ofende gravísimamente el inmoderado coito. El semen es parte del cerebro.  Lo propio afirma Alberto Magno y Arnaldo de Vilanova.

Y Pitágoras como refiere Laercio dice que la simiente es una gota que cae de los sesos.

Hipócrates con más primero que todos lo enseño en el libro “De aire, agua y lugares”

De esta opinión son San Agustín, San Gregorio, Nemesio, Constantino el Africano, Avicena y Arnaldo de Vilanova.

condesciende a ellos mucha parte de espíritus, así lo enseña Galeno en el libro de los placitos de Hipócrates y Platón.  Y Aecio en el” tetrabilis segundo”, sermón tercero, capitulo tercero.

Y por esta razón los poetas en sus fabulas dijeron que Cupido, capitán y caudillo de la lujuria era ciego; dando a entender que el coito daña los ojos.

Entre otras partes a quien ofende mucho este vicio es una al estómago, parte preciosísima del cuerpo, de quien dice Quinto Sereno Samoniaco, que es el gobernador y rey de las demás partes que le componen, porque estando el estómago valiente, todo el cuerpo lo está y si por el contrario débil, todos los restantes miembros se debilitan.

Macrobio en sus “Saturnales” llama el estómago padre de familias de todo el cuerpo

Los autores modernos dicen que es la oficina, que adereza el manjar par las demás partes. Daña pues la venus al estómago más que a otra parte alguna como lo dice Galeno sobre las epidemias adonde trata de Pythion.

Aecio y Avicena son del parecer que ofende también el coito a loes riñones. Según doctrina de Aristóteles en el libro 4 de sus problemas. Y Galeno enseña lo propio en el libro sexto de las enfermedades vulgares. Y Hipócrates en el de las enfermedades porque dicen que pasa el semen por los riñones. Y por esta razón interpretan los teólogos en el Éxodo, capit. 12, que esta mandado que los que comían el cordero pascual tuviesen ceñidos los riñones para que se entendiese que habían de refrenarle en la lujuria. Y sobre aquel lugar “Scrutans corda, venes Deus”, escribe San Agustín que por los riñones se entienden los deleites carnales.

Es contrario así mismo el coito a los dientes, como escribe Celio Aureliano y Aecio.

Al hígado y corazón hacen gran daño y al vientre según doctrina de Aristóteles en el cuarto de sus problemas.

Oribasio dice que hace daño a los livianos, al pecho, a las ancas, a la vejiga, a la garganta y a los pies

De suerte que el superfluo coito destruye y desbarata toda la máquina del cuerpo universalmente y particularmente cada miembro de por sí.

Supuesto pues que la superflua y desordenada venus causa horribles enfermedades al ánimo y a todo el cuerpo. Y supuesto también que nuestro refrán nos da por remedio de tan graves males, los siete nudos de la bragueta, será bien fruto de mis trabajos que estos siete nudos que el refrán dice son siete remedios que ha de usar el cristiano para cohibir, frenar y vencer el apetito de la venus y la lujuria.

 

Primer nudo: Retirarse de la mucha comida, del mucho uso del vino, padeciendo hambre y ayunando

Este remedio y nudo se cogen las salidas y se impiden los pasos a la causa material del amor.

En las “Colectáneas” de los griegos una sentencia dice: Venus (sexo) es muerta sin el Baco (vino) y sin la Ceres (diosa de los cereales)

Lo propio dijo Terencio en el eunuco y el Bienaventurado San Juan declarando este lugar dice: que extendiéndose el vientre con la comida y bebida se extiende también las partes conjuntas a él.

 

Segundo nudo: Apartarse del vicio de la lujuria y huir la conversación de hombres y mujeres que traten actos de lujuria

Dice Seneca en el libro tercero “De yra” que la manera que los cuerpos con el contacto se inficionan así el ánimo comunica los vicios a sus próximos.

Ovidio dice que, si alguno fuere enamorado, será su remedio huir el contagio de los hombres pestilentes y viciosos, porque aún los ojos sanos si miran a los enfermos se infectan. La misma s sentencia tiene Juvenal en la sátira segunda donde dice: que el racimo de uva verde hace de su misma calidad el otro que esta junto a él. Y los escritores sagrados, el divino vaso de elección Pablo, hablando a este mismo intento dice: si hay entre vosotros algún fornicante, avariento, adorador de ídolos, maldiciente, dado al vino o ladrón no metáis con él la mano en el plato.

 

Tercer nudo: El trabajo y el entretenimiento

El tercer medicamente que anuda y ata las fuerzas de la lujuria y el vicio de la carne es el trabajo y entretenimiento en alguna cosa que ocupe las fuerzas del ánimo y del cuerpo

Porque la lujuria siempre se haya en casa y albergue del ocio, sepultura y muerte de innumerables mancebos entregados a este miserable vicio

Ovidio da a entender muy bien cuanta fuerza y energía tiene el ocio para atraer los hombres a este vicio, diciendo: Si quitares la ociosidad de por medio, el arco y la flecha de Cupido, no tendrán fuerza

Menandro, como refiere Estobeo en el sermón setenta y dos, llama al amor ocioso. Y Teofrasto dijo que el amor era afecto del alma ociosa

 

Cuarto Nudo:  Huir de los espectáculos, juegos y comedias lascivas y deshonestas

El cuarto nudo de los siete, que es principal remedio para guardarnos de esta bestia fiera, será que huyamos los espectáculos, juegos y comedias donde se tratan cosas lascivas y deshonestas.

Ovidio dice: que estos lugares son muy a propósito y muy fuertes para que el amor cace en ellos. Y Juvenal enseña lo mismo en la sátira sexta y en la undécima escribe: que los hombres se encienden y abrazan en lujuria cuando ven en estos actos públicos saltar las mujeres con movimientos lascivos.

Pontano a este mismo propósito en el libro de la crianza de los hijos dice: Nunca la casta Penélope ni la famosa Romana Lucrecia se hallaron en cantos ni en juegos de representaciones.

 

Quinto nudo:  Abstenerse de tener y mirar pinturas deshonestas y lascivas

El quinto nudo y no de poco momento para defendernos de este animal ponzoñoso es guardarnos de tener y mirar pinturas deshonestas y lascivas.

Propercio atribuye el origen y causa de la deshonestidad a las pinturas obscenas porque los que las miran se encienden en la lujuria.

Aristóteles en el séptimo libro de su política manda que tengan cuidados los magistrados y gobernadores que no haya pintura, ni estatua deshonesta en la ciudad.

 

Sexto nudo: No tener o leer libros deshonestos

El sexto nudo con que ataremos este león y detendremos sus carniceras uñas que nos apartemos de conservación y de la lección de libros deshonestos.

Así lo manda Aristóteles diciendo: La torpeza y suciedad de las palabras totalmente se debe ahuyentar y desterrar, porque de la licencia del mal hablar se sigue la licencia del mal obrar.

No la estatua de Venus Verticordia, hecha de finísimo marfil o bruñida de plata de que los antiguos tanto caso hicieron. Ni el bosque Leucadio, ni el agua de Selemno mitigarán tanto el ardor y fragua de nuestra concupiscencia

 

Séptimo nudo: Remedios y medicamentos contra la lujuria

En el séptimo y último nudo propondremos mediante el favor de Dios lo remedios

Enseñaron pues los doctos varones en medicina que las hojas de sauce molidas y dadas a beber reprimen la destemplanza y furia de la lujuria. Esta es doctrina de Plinio, en el libro veinticuatro, capitulo noveno, adonde dice: que el que usare mucho de este remedio, de todo punto perderá el apetito. Del propio parecer es Dioscórides en el libro primero, capitulo cuarenta y cinco. No ignoró Hipócrates esta virtud de las hojas del sauce, el cual en su libro decimo de la Odisea, llama al sauce destruidora del fruto. Y Alciato en un emblema le da el mismo epíteto. El bienaventurado Geronimo sobre Esaias, capitulo diez y seis, hace mención de este árbol

La ceniza del tarahe (Es una planta que fue considerada medicinal, su nombre científico o latino: Tamarix gallica. También tiene otros nombres como son: Taray, Atarfe, Mostacilla, Tamarisco, Tamariz, Tarache, Taraf, Tarahe, Taraje, Tarfá) mezclada con orina de buey y bebida Plinio, en el libro veinticuatro, dice: que acaba de todo punto la lujuria. Y el mismo autor dice que la ninphea (es una planta acuática, que flotan sus hojas y su flor en el agua) quita totalmente el apetito de la venus (sexo). Y en el libro treinta enseña que el polvo en se hubiere revolcado alguna mula, si lo esparcen por el cuerpo mitiga el ardor del amor.

Dioscórides, en el libro segundo, dice: que el ardor de la lujuria se mitiga bebiendo el cocimiento de las lentejas con miel o la simiente de las lechugas con agua.

Galeno, en el libro de los remedios “Facile parabilibus”, dice:  que la ruda (La ruda, conocida científicamente como Ruta graveolens, es una planta herbácea perenne originaria de la región mediterránea y Asia. Se utiliza tanto como planta ornamental y medicinal, apreciada por su aroma y sus diversas aplicaciones) que dada en la comida y bebida reprime los apetitos de la venus y lo mismo enseña Oribasio en su “Compendio de la medicina”

Pero el remedio más cierto y eficaz para reprimir los aguijones del amor es la simiente, las hojas y las flores del agno casto, (Extracto elaborado con el fruto del árbol casto (Vitex agnus-castus) que se encuentra en partes de Asia y Europa) como lo enseña Galeno y Aecio en el “Tetrabibli”.  Y Paulo en el libro séptimo. Y añade Galeno que en los sacrificios a la diosa Ceres, las mujeres castas se sentaban sobre estas ramas. Paulo dice que conserva la castidad no solo siendo comido o bebido mas también esparciendo sus ramas sobre la cama o debajo de ella.

Marcelo, en el libro de los medicamentos, dice: La yerbabuena (El nombre científico es Mentha spicata, conocida popularmente como hierbabuena, yerbabuena o menta de jardín, es una hierba aromática empleada en gastronomía y perfumería) es muy inepta y mal aparejada para las cosas venéreas.  De la misma opinión es Aristóteles, en el libro vigésimo de los problemas dice que la yerbabuena en la guerra, ni la comas ni la siembres. Y la razón por lo que lo dice es porque resfría los miembros y corrompe la simiente. Es de este parecer también Galeno en el libro sexto de los “Simples medicamentos”. Y Plinio también lo dice en el libro veintidós.

Algunos dicen que una planchuela de plomo horadada y puesta sobre los lomos sirve para reprimir la concupiscencia. Lo propio afirman de la esmeralda, del zafiro y del topacio.

Supuesto pues que hemos explicado largamente los males y daños que la superflua venus (sexo) causa y como se han de dar para la conservación de la salud los siete nudos a la bragueta.

Y supuesto también que el coito es necesario para la conservación de la especie humana como enseña Averroes en el segundo libro de anima.

Aristóteles, en el libro cuarto de los problemas, dice que hay tanta delectación en el coito porque la generación de los animales sea perpetua.

Digo pues, dadas estas suposiciones, que es imposible para cumplir mi intento dejar de tratar los provechos que la moderada venus causa y cual edad y complexión sea más acomodada para ella y que tiempo, pues todos los autores antiguos y modernos, la ponen entre las cosas naturales diciendo que ha de ser moderada.

Pero quiero que entienda el sabio lector que todo lo que acerca de esto dijéremos es hablar con los casados y ligados con el vínculo del matrimonio, porque a ningún otro le es licito el coito y antes debe cualquiera morir mil veces que pecar contra su Dios y Señor.

Viniendo pues al intento digo: que la moderada venus (de consentimiento de los graves autores de medicina) es saludable para muchos y causa buenos efectos

Aecio, doctísimo médico, dice: que contemos el provecho y la utilidad de las cosas veneras, pues no son a todos dañosas si miramos el uso, el tiempo, el modo y la sana disposición del que la usare, porque la venus quita la repleción, hace ágil y ligero el cuerpo, le da mayor aumento y más fortaleza en los miembros, hace más fáciles las vías, dilata y abre los poros, purga la flema, hace despiertos a los mentecatos(los tonto, falto de juicio, privado de razón), remite y aplaca la de demasiada ira. A los melancólicos y tristes que huyen la conservación humana le es remedio y cierta medicina. Y discurriendo Aecio un poco más abajo dice: la venus moderada a los furiosos los aplaca y los hace de sano consejo y quita la gravedad y el dolor de cabeza, restituye el apetito del estómago y las efusiones del semen que muchos entre sueños la padecen

Aristóteles, en el libro de los problemas, confiesa_ que la venus sana las enfermedades de la fema y más adelante dice: que la venus aprovecha para la largueza de la vida.

Plinio dice aprovecha también a los mordidos por escorpión.

Galeno, clarísimo y singular médico, dice: que hay algunos hombres que por falta de este remedio son molestados con dolores de cabeza y aborrecen la comida y están dispuestos para caer en calenturas y que estos tales como tienen el apetito perdido también tienen falta de cocimiento. Y más adelante dice: que es superfluidad detenida se corrompe y causa accidentes como si fuera veneno, de adonde vienen los desmayos y temblores en el corazón, pasmos, privación del anhelito y sofocación de la matriz. Y estas tales enfermedades principalmente acontecen a las viudas y doncellas que viven en castidad.

Aecio, en el “Tetrabibli primero”, dice: que las complexiones más prontas para la venus son las calientes y húmedas y que pueden sufrir su uso más que otras algunas y en ninguna manera las complexiones frías y secas de los cuatro tiempos del año es el más idóneo el verano.

De las edades la juventud el mantenimiento es el caliente y húmedo, porque si es frio es inútil.

El vino es sustancia delgada. El pan es bueno y de ayer cocido. La carne de cabrito, de cordero, de puerco, de gallina, de perdiz o de ternera. De peces el pulpo. De hortalizas el panizo, la oruga, las zanahorias, los nabos, las habas y garbanzas. Las uvas son en este caso mucho de alabar.

Pero tenga cuidado el que usa la venus (sexo) de no tener el cuerpo repleto, ni tampoco ha de tener hambre.

Y así será buena ocasión después de haber comido o cenado, interponiendo algún espacio de tiempo y antes de dormir.

Paulo Gineta (Paulo de Egina) dice: con el sueño que sigue después de la venus, el cansancio y laxitud de tal acto se remete y para la generación es más provecho porque es esperma con el sueño se detiene mejor y está más quieto.

En cuanto al modo de usar la venus, no hay que decir, ni en cuanto a la cantidad, pues ya se ha advertido que ha de ser moderada y medida con la fuerza, complexión y edad de uno; no haciendo caudal de aquel refrán que viene a este propósito y lo escribe el Comendador entre los demás, el cual se entiende del ayuntamiento (según él dice) del hombre y la mujer.

Aunque me temo me ha de juzgar el lector que este comentario es muy largo. Y aunque también temo que ha de parecer lo restante que se dirá algo obsceno, no puedo dejar de pasar adelante respondiendo a algunas dudas que los escritores trataron del acto venéreo suelen ventilar, pues respeto de lo mucho que había que decir, hemos andado cortos. Y todas las cosas (como se suele decir de ordinario) son limpias y honestas a los que limpia y santamente las tratan.

Es pues la primera duda: ¿cuál de los dos recibe más delectación en el acto venéreo?,, (supuesto que todo lo que haya aquí se ha dicho, pertenece al hombre y a la mujer), La respuesta es que la hembra se deleita más. Este parecer es de Avicena y de Halyabbas, los cuales afirman que la mujer extensivamente tiene doblado deleite en tal acto.

La razón que dan estos autores es porque el hombre solo se deleita en cuanto a la expulsión semen, pero la mujer en cuanto a la expulsión que hace también y en cuanto a la atracción y succión, recibiendo y chupando del hombre.

Galeno en libro 4 “Simprhmate” dice que las partes genitales en los hombres y mujeres tienen un común deleite la facultad de expulsar y en las mujeres se haya otro más en todo el utero que es de atraer. Es esta opinión Pedro Aponense en el conciliador y en comentario del problema décimo quinto del cuarto de los problemas. También aprueba este parecer Juvenal en la sátira undécima y Pedro Gorreo, medico parisiense, en un comentario a donde dice: que aunque es verdad que el semen del hombre es más copioso, más caliente y mordaz, de adonde parece que el hombre se había de deleitar más que con todo eso en las mujeres hay otras más particulares que considerar, que son causa de deleite porque el utero de la hembra apetece grandemente el semen y mientras le atrae y embebe en sí y al tiempo del mismo concepto es maravilloso el deleite que recibe. Describe esta cuestión galanamente Ovidio, Luciano, Apolodoro, Julio Higino y Fulgencio

La segunda duda; ¿Cuál de los dos estados: el de la doncella o la que ha tenido uso del tal acto venéreo, tenga más deseo o inclinación a él?

Acerca de esta duda hay diversos pareceres. Algunos autores dicen que las doncellas apetecen más el tal acto porque desean experimentar aquel deleite que nunca han conocido.

De este parecer es Santo Tomas glorioso San Antonio y San Gerónimo, cuando dice: la lujuria en las doncellas mayor hambre padece mientras piensan que es mal dulce lo que no han experimentado

Pero Tertuliano es de parecer contrario el cual en un libro que escribió “Ad uxorem” dice: la viuda tiene más mas trabajo porque es fácil cosa no apetecer lo que no se conoce y huir lo que nunca se ha experimentado. Podrá la doncella tenerse por más dichosa y la viuda por más trabajosa, la doncella porque siempre tuvo bien y la viuda porque le hayó. De este parecer fue San Ambrosio en el principio del libro de las viudas

Y una glosa hay en el derecho que dice: que es más fácil guardar virginidad que la continencia después de la corrupción de la carne

Alciato es del propio parecen en la “ley malum” y el poeta en libro tercero de la geórgica cuando cie: que el deleite conocido y experimentado solicita los primeros concúbitos.

Esta misma parte confirma Aristóteles diciendo: acordándose del deleite que en otro tiempo las alegraba se mueven con el deseo del pasado trato.

Lo que se ha de tener por cierto acerca de esta duda es lo que enseña Aristóteles en el libro séptimo de la “Historia de los animales” el cual afirma que las doncelluelas de poca edad cuando se les hinchan los pechos y comienzan las purgaciones menstruales y aquellas también que en tierna edad usaron y conocieron la venus con más deseo y afecto apetecen el coito. Y así aconseja Aristóteles que en aquella edad tengan gran cuidado en la custodia de las doncellas porque pasados aquellos tiempos después con facilidad guardan castidad, pero si entonces conocen varón, es muy difícil la continencia en lo futuro

Disputa esta cuestión doctísima Pedro de Apono en los “Comentarios” sobre el libro cuarto de los problemas de Aristóteles, cap. 26, adonde pone la causa de esta conclusión

Galeno también dice que en el tiempo de la pubertad y cuando comienzan a correr los meses predomina el deseo libidinoso. Lo propio había mostrado antes Aristóteles en el séptimo de “Las políticas”

Lo que se ha averiguado y cierto, según doctrina de doctísimos varios, es que las mujeres que son estériles son más libidinosas que las demás. Porque como no se purgan ni limpian suficientemente, abundan de simiente, la cual, sino se expele, excita y levanta gran deseo del coito. Enseña esta doctrina Nicolas Leoniceno en las “Cuestiones naturales”. Y Aristóteles en el cuarto de la “Generación de los animales.”

Es de saber que los hombres en unos tiempos del año apetecen más coito y las mujeres en otros. Las hembras en el verano como afirma Hesíodo y Aristóteles en el libro cuarto de los problemas adonde dice: que las naturalezas calientes en el tiempo del verano se abrasan, enflaquecen y disipan. Y las frías tienen más fortaleza y vigor. Siendo pues el varón caliente y seco y la mujer fría y húmeda es claro que en el verano las fuerzas del varón se disminuyen y las de las mujeres fortalece. Y así las mujeres en tiempo caliente y los hombres en frio apetece la venus de adonde manó aquel refrán castellano: “Junio, julio y agosto, señora no soy vostro”

Plinio en el libro 2 de la sentencia de Alceo y Hesíodo dice: que cuando florece la yerba scolimo, que es el cardo arrecife (nombre científico cynara carduculus) las mujeres apetecen intensamente el acto venero y los hombres en este tiempo están muy remisos.

Pero un proverbio español a quien se ha de dar más crédito que a Plinio y tanto como a Aristóteles que dice: “cuando brota la higuera requiere a tu compañera y si no te quiere escuchar espera a que brote el moral”.  Y según este refrán paraque que cuando la higuera y el moral echan sus hojas que es en el verano, entonces está en su fuerza y en las mujeres en el deseo lascivo. Y no es fuera de razón pues en aquel tiempo se calientan los fríos humores y crece la sangre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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